BERNABÉ Y CONSTANCIO

Moisés MOLINA

 

 

Alejandro González Bernabé y Constancio Carrasco son, sin duda alguna, los oaxaqueños más reconocidos en el Poder Judicial de la Federación.

 

Sus biografías hablan por sí mismas y yo solo diré que el primero es hoy Consejero de la Judicatura Federal; y que el segundo hace no mucho fue Presidente del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.

 

“Oaxaqueños en el exilio” como el mismo Constancio se define, ambos regresan de cuando en cuando al terruño para compartir su conocimiento y su experiencia.

 

El viernes último demostraron que ellos sí son profetas en su tierra.

 

Disertaron frente a auditorios repletos de jueces, juezas, magistrados, magistradas, litigantes, profesores y alumnos de la facultad de derecho de la UABJO.

 

Hablaron sobre la Constitución Oaxaqueña de 1922 ahora que celebramos su centenario; sobre las aportaciones originales de nuestra constitución local al constitucionalismo mexicano y sobre los retos y asignaturas pendientes.

 

Se mostraron profesionales y conocedores acuciosos del tema; pero la verdadera lección que nos dejaron fue la de la camaradería, el apoyo mutuo y el trabajo en equipo.

 

La vida de Bernabé y Constancio es casi indisoluble.

 

Y su vínculo encarna esa calidad humana cada vez más difícil de encontrar.

 

Han sido siempre un oaxaqueño apoyando a otro oaxaqueño.

 

La antípoda de aquella famosa alegoría de los cangrejos en la cesta.

 

Hoy son hombres maduros, exitosos y felices.

 

Y esas calidades difícilmente se habrían dado sin el estudio.

 

Cuando uno estudia y se prepara no lo hace para saber más, sino para vivir mejor.

 

Creo que esa debía ser la primera lección en cualquier escuela.

 

¿Y cómo se da uno cuenta de que viven bien?

 

Pues porque nunca están viendo a los lados si no es para ayudarse. Y porque la mayor parte del tiempo están viendo hacia adelante.

 

¿Qué tuvieron en común? Grandes maestros. De esos que además son amigos, compañeros y guías.

 

Hoy ellos se han convertido en maestros de muchas y muchos jóvenes (al menos más jóvenes que ellos) que los quieren, los respetan y los admiran.

 

Jóvenes que hoy son juzgadoras y juzgadores, y que entienden que la palabra convence pero el ejemplo arrastra.

 

Ya en la cena el Consejero Bernabé evocaba los tiempos en que los Ministros de la Corte, además de grandes juristas, eran filósofos.

 

Y lo evocaba con nostalgia.

 

Hoy Bernabé y Constancio dejaron encendida una llama que no debe apagarse.

 

*Presidente de la Sala Constitucional y Cuarta Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia de Oaxaca.

 

 

 

RENATO GIRÓN EN OAXACA

Moisés MOLINA

 

 

El próximo viernes viene a Oaxaca Renato Girón, un joven brillante, a platicarnos sobre su libro “Manual de Estudio de la Jurisprudencia” editado por la ya prestigiada casa Tirant Lo Blanch. Y todas y todos están invitados.

La nueva gran reforma al Sistema Jurisprudencial mexicano tiene menos de un año y muchas y muchos aún no terminan de entenderlo.

Seguramente hay estudiantes que todavía ni se enteran.

Abogado de profesión Renato encarna a su todavía corta edad la estirpe de la nueva generación de juristas que se abren paso desde la meritocracia.

Es parte de una generación disruptiva, que cree que las formas de enseñar y entender el derecho debe cambiar.

Y que sabe que las nuevas generaciones de abogadas y abogados que se forman en las facultades de derecho de las universidades públicas no deben ser dejados a su suerte.

Yo mismo provengo de una generación que se abrió camino a golpe de esfuerzo, estudio, dedicación y -claro- algo de suerte.

Hablando de mi alma mater, desde que yo tengo memoria (y desde antes) aprendía solo el que quería aprender.

Pero el proceso de enseñanza aprendizaje era limitado y de claroscuros.

Quienes tenían la suerte de ser hijos o familiares cercanos de abogados o juzgadores, claramente tenían un destino más dibujado en la profesión.

Decía Couture que “el Derecho se aprende estudiando, pero se ejerce pensando”.

Pero antes se hace necesario un espacio óptimo de desarrollo y las oportunidades para practicar y aprender lo que no se enseña en las escuelas no siempre estuvo al alcance de todas y todos.

A mí todavía me tocaron los tiempos de las máquinas de escribir y las bibliotecas como exclusiva fuente de consulta.

No había computadoras, mucho menos internet.

Y quienes eran más afortunados podían acceder a comprar aquellos libros de pasta dura de Porrúa, y tiempo después los de pasta blanda de Oxford, que eran nuestras biblias: García Máynez, Burgoa, Tena Ramírez, Cipriano Gómez Lara, Rafael de Pina, Floris Margadant, Gutiérrez y Gonzáles, entre algunos otros más.

Aprender era más difícil, aunque el derecho cambiaba con lentitud.

Hoy que tenemos todas las fuentes de consulta a la mano, pareciera no existir pretexto para no aprender, pero hay limitaciones que permanecen.

Por eso quienes hoy tenemos la oportunidad de promover el estudio y la actualización, no dudamos en hacerlo.

El conocimiento debe democratizarse y ninguna profesión lo merece tanto como el Derecho.

Pero hay un área que aún permanece inexplorada y es la motivacional.

Hay quienes tienen claro por qué quieren ser abogadas y abogados. Pero los hay quienes aún en los semestres finales se encuentran llenos de dudas.

Y no podemos juzgarlos.

¿Por qué eligieron esa carrera?

¿Qué van a hacer cuando la terminen?

¿Lograrán titularse y tener su cédula?

Hoy mismo hay muchas y muchos jóvenes con grandes interrogantes existenciales y respecto de su futuro profesional.

Un maestro nos contaba entrados los años 90´s que para ser abogado en la UABJO los únicos requisitos era inscribirse y no morirse.

Parecía broma, pero terminaba siendo anécdota.

Renato y esa gran nueva generación de juristas como Tito Garza Onofre, Javier Martín Reyes, César Astudillo y Manlio Fabio Casarín -con el perdón de todas y todos  quienes omití- más que abogados ensimismados en su profesión y en su proyecto de vida personal son auténticos revolucionarios forenses que provocan, incitan, encienden conciencias, motivan y -como en la mayéutica socrática- hacen surgir el abogado o la  abogada que muchos jóvenes llevan dentro.

Y quienes tenemos a nuestro alcance los medios y la oportunidad para que vengan a compartir y a motivar a los jóvenes juristas oaxaqueños en acto o en potencia, lo estaremos haciendo sin dudarlo.

No hay mejor manera de que los tribunales estén más cerca de la sociedad que cuidando, en la medida de lo posible a los futuros jurisconsultos y acompañando su desarrollo.

Hoy el Tribunal Superior de Justicia de Oaxaca va más allá de sus salas y con el decidido apoyo de nuestro Presidente el civilista Eduardo Pinacho, maestro de muchas generaciones, está tocando al principal activo de nuestra profesión que es la juventud.

Desde el Poder Judicial de Oaxaca, donde muchas y muchos magistrados, jueces, proyectistas y oficiales no sobrepasamos los 45 años, seguiremos poniendo en las manos de los futuros abogados las teas llameantes para quemar las injusticias del mundo.

 

*Magistrado Presidente de la Sala Constitucional y Cuarta Sala Penal Colegiada del Tribunal Superior de Justicia de Oaxaca.

UN AÑO COMO MAGISTRADO

Moisés MOLINA*

 

Esta semana cumplí un año como Magistrado de nuestro Tribunal Superior de Justicia de Oaxaca.

Me tocó inaugurar, junto con Abraham Soriano, un proceso de entreveramiento generacional que he vivido intensa y esforzadamente.

Las instituciones como los seres humanos cambian, evolucionan y se adaptan a la dinámica de cada época.

Cada época trae sus valores, sus tendencias y procesos que abren la puerta a nuevas coyunturas.

Me siento honrado de formar parte de esta nueva era del poder judicial de Oaxaca.

La magistratura es, especialmente en estos tiempos y en Oaxaca, una tarea que demanda mucha madurez y temple.

En un entorno de permanente, constante y creciente demanda de las y los oaxaqueños para recibir justicia, el cuerpo, la mente y el espíritu del juzgador deben estar preparados para juzgar cada caso como si fuera el primero.

Y es que el trabajo en las salas y los juzgados no se detiene; fluye constantemente. Y la impartición ininterrumpida de justicia debe tener únicamente los límites de lo humanamente posible.

En un año en presenté como Magistrado ponente 33 sentencias, aprobadas todas por unanimidad.

Y resolví 5 asuntos como sala unitaria, de los que comenzaron a llegar a finales de enero.

Respecto de todo no se ha concedido un solo amparo.

Cada proyecto de sentencia es una obra única e irrepetible que lleva tras de sí días de estudio del expediente, revisión de materiales audiovisuales, consulta de jurisprudencia y doctrina, reflexión, discusión, redacción y correcciones.

Y cada proyecto implica también la exposición argumentada de su sentido, que logre el total convencimiento y aprobación del pleno de la sala.

La justicia tiene que ser pronta y expedita, sin excusa ni pretexto; pero también tiene que ser de calidad.

Revisar el trabajo de nuestras juezas y jueces de primera instancia no es labor sencilla.

Se tiene que hacer con profundo respeto hacia ellas y ellos, pero también con el único compromiso que un Magistrado debe tener y que es con la Justicia (así con mayúsculas).

El del Magistrado no es un trabajo sencillo. Siempre que existen dos partes en conflicto hay una que queda insatisfecha y en no pocos casos hasta molesta.

Couture lo describió de manera magistral: “la abogacía es una lucha de pasiones”.

La Magistratura por ello bien podría ser el arte de ir por encima de esas pasiones.

Porque el Magistrado no sólo resuelve con la ley en la mano. En la mayoría de los casos la interpreta y es ahí donde lo legal a veces se vuelve injusto y lo justo a veces pareciera ilegal.

Así la Magistratura se trata de hacer siempre lo que es debido.

En este camino el equipo se ha ido ajustando. Y hoy puedo presumir de un equipo de trabajo de élite con mayoría de mujeres.

Gracias Perla Anaí, Luz Alba, Flor Angel y Jovany. Jóvenes brillantes, responsables, proactivos, solidarios y generosos.

Y también quiero ocupar este espacio para agradecer muy cumplidamente a mis compañeras y compañeros magistrados por su recibimiento, consideración, apertura y confianza.

En especial a la Magistrada Gregoria Hortencia Castellanos Chávez y al Magistrado Jubilado Abel Alvarado, quienes me recibieron en la Sala Constitucional y Cuarta Sala Penal que hoy me honro en presidir. Y a la Magistrada Berenice Jiménez, recién integrada, que sabe trabajar en equipo y me ha obsequiado su amistad y confianza.

Y desde luego a mi Presidente Magistrado Eduardo Pinacho quien, desde el primer momento, me hizo sentir en casa.

Gracias también a las juezas y los jueces que me han brindado su amistad. Saben que es recíproco y que mi ponencia siempre tendrá las puertas abiertas para ustedes.

Y finalmente mi agradecimiento al personal administrativo de todas las áreas de nuestro Tribunal que han hecho posible que el 100 por ciento de mi atención esté enfocada en la labor jurisdiccional.

Y a usted, amable lector o lectora, quiero decirle que quien esto escribe procura vivir al máximo. Que tengo familia, pasatiempos, necesidades y soy un ser humano como usted.

Pero cuando se trata de mi trabajo, le saco más horas al día para hacerlo a conciencia.

Me queda muy claro que en mis manos está la vida de la gente. No puedo fallar.

*Magistrado Presidente de la Sala Constitucional y Cuarta Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia de Oaxaca

 

CONSTITUCIONALISMO LOCAL

Moisés MOLINA*

 

 

Esta semana continúan los festejos del centenario de nuestra Constitución oaxaqueña en el Tribunal Superior de Justicia de Oaxaca.

Y no quito el dedo del renglón porque toda la vida de Oaxaca cabe en nuestras constituciones Federal y local.

Así sean catálogos de buenas intenciones en no poco de su contenido, las Constituciones delimitan moral, ideal y espiritualmente a las sociedades.

Y Oaxaca no es la excepción.

Bien lo dijo nuestro paisano, el prestigiado jurista Dr. Raúl Ávila Ortiz, en su mensaje inaugural del Seminario Conmemorativo y Celebra torio del Centenario de la Constitución de Oaxaca de 1922, con sede en nuestro Tribunal Superior de Justicia:

“El derecho es moral pública convertida en normas”.

No hay más.

Y la moral pública cambia y se matiza de sociedad en sociedad.

En Oaxaca nuestra moral pública se expresa sintetizadamente en nuestra Constitución y de emana el manantial de nuestras leyes y nuestros códigos locales.

Conmemorar y celebrar la constitución es leerla a conciencia, conocerla, compartirla y vislumbrar los caminos futuros que necesita tomar.

Doctrinariamente nuestra Constitución local es, en más de un sentido, fuente formal del sistema jurídico oaxaqueño.

Pero ha pasado desapercibida para la gran mayoría del foro jurídico y postulante oaxaqueño.

La supremacía de la Constitución Federal se ha malentendido y prácticamente se ha superpuesto a todas las Constituciones estatales, casi como si estas no existieran o fueran una simple reiteración de aquella.

Pero es en el constitucionalismo local donde se expresa sustancialmente la soberanía de las entidades federativas y es en las Constituciones locales donde el federalismo tiene su máxima expresión.

México es un país de tradición federalista.

Nos decimos una república federal compuesta de Estados libres y soberanos, pero despreciamos o en el mejor de los casos ignoramos nuestros pactos fundacionales locales.

En su origen, Oaxaca tuvo que esperar 5 años para integrarse al pacto federal.

Entre 1917 y 1922 Oaxaca asumió su soberanía en tanto se reestablecía el orden institucional federal.

Esa es nuestra vena, esa es nuestra esencia: autónoma, libre, insumisa.

Y es una vena que pervive hasta nuestros días y se expresa en instituciones constitucionales muy oaxaqueñas como el Tequio, la justicia indígena y el Juicio para la Protección de los Derechos Humanos.

Las aventuras centralistas y centralizadoras han sido pasajeras en México y han dejado mal sabor de boca.

Nuestro origen y nuestro destino son federalistas y no hay vuelta de hoja.

Pero el federalismo por decreto puede ser un buen disfraz para un centralismo de facto.

De ahí la urgencia de darle vida, de estudiarlo y practicarlo.

Reitero, el federalismo vive en nuestras Constituciones locales

Ellas materializan la soberanía de los estados parte de la federación y por ende son las ramas del árbol del federalismo.

Y por eso la mayor garantía de buena salud del federalismo mexicano está en el constitucionalismo local que debe enseñarse en las facultades y escuelas de derecho simultánea y separadamente al Derecho Constitucional.

*Magistrado Presidente de la Sala Constitucional del Tribunal Superior de Justicia de Oaxaca